Los estereotipos sobre los que llegan de otros países, como sobre cualquier otro grupo humano, son inevitables porque simplifican el mundo, pero lo hacen a cambio de distorsionar la realidad. A pesar de ello, tienen tanta fuerza que, inconscientemente, se apoderan profundamente de nosotros hasta el punto de darles tanto crédito que nos impide ver la realidad.
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